lunes, 13 de mayo de 2013

La invención de Bonifacio

Bonifacio IX "el sordo"
Debajo de tu casa, en una iglesia cualquiera se produce todos los días un fenómeno muy chungo. Sonidos de trompetas, montones de trompetas. Muy desafinadas. Bombos, timbales y platillos. Arrítmicos. Algo así como un apocalipsis, pero en plan local.

Tus vecinos lo afrontan como debe hacerse: evitando el tema. La gran mayoría niegan oír nada. Otros lo achacan a ensayos de Semana Santa. Todos mienten. Saben que hay algo gordo ahí, demasiado turbio para ser mentado.

Hace chorrocientos años, el Papa Bonifacio IX “el sordo” ordenó que se construyeran gigantescas puertas en los suelos de todas las iglesias mundiales. Puertas que se accionan con una palanca desde el Vaticano. Puertas que comunican con el mismo infierno. A través de ellas puede escucharse el sonido de los malditos, condenados a tocar eternamente esos instrumentos desafinados y escucharse unos a otros hasta ensordecer repetidas veces. Si, he dicho ensordecer. Joder, es el puto infierno...

A modo de advertencia sobre los horrores del inframundo, el bueno de Bonifacio instauró una práctica diaria que aún se mantiene en nuestro siglo. Su programa es tratado con la máxima seriedad y secretismo. Se puede leer en cualquier parroquia, pero solo a un nivel muy interno:

19:00 – Apertura del infierno
19:30 – Monumental verbena
21:30 – Gran chocolatada
22:00 – Cierre del infierno

Puerta al infierno: descripción gráfica
















Es posible que Bonifacio estuviese realmente sordo, aunque también cabe la posibilidad de que fuese un poco hijoputa.